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Instituto de Ensenanza Secundaria Al Baytar, Spain
The Life
of an aluminium can
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        Capítulo 3  La lata
        estaba muy orgullosa. Permaneció de pie muy erguida y fanfarroneó con
        las otras condecoraciones y trofeos de cómo ella había salvado a
        Dieter, el policía. La copa más grande de la vitrina le dijo con
        desprecio: “Basta, cosa fea.....¿ Quién te piensas que eres? Tienes
        abolladuras y mellas por todas partes. No eres tan guapa como yo. Fíjate
        en mí. Soy tan resplandeciente que puedes usarme como un espejo”. La
        lata miró a la copa. “ Tal vez tenga razón”, pensó. Estaba muy
        triste. Ya no se sentía feliz y orgullosa.  Por la
        noche, cuando Dieter y su mujer estaban durmiendo, decidió escaparse de
        la vitrina. La copa grande que le había chillado roncaba profundamente.
        Parecía como si algunas de las pequeñas medallas estuvieran teniendo
        pesadillas con el hombre de la berlina negra. Empezó a darse vueltas
        hacia el cristal. ¡CRACK! Al primer intento rompió la ventana y cayó
        al suelo. Se hizo un pequeño rasguño por la caída y el cristal había
        cortado su brazo casi en dos trozos. Temía que Dieter se hubiera
        despertado, así que se apresuró hacia la puerta. Pero dejó una huella.
        Por el rasguño salía salsa de tomate con pequeños trozos de ravioli.
        No sentía dolor, porque sólo pensaba en salir de la casa. De repente,
        vio una trampilla en la puerta. Se sintió mareada por haber rodado
        tanto. Salió a la calle por la trampilla y chocó con un cubo de basura.
        Allí se quedó dormida, sin saber que, dentro de unas horas, Dieter sería
        atacado por el jefe de la mafia en la berlina negra.  De súbito,
        sintió una cosa grande y cálida alrededor de ella. Era una mano. Se
        parecía a la de Carola, sólo que más grande y no tan agradable.
        “Especie de basura”, la mano la tiró muy fuerte a un gran
        contenedor. Estaba allí caída entre envoltorios de dulces, un viejo
        periódico y una patata. “¡Eh, tú, muévete, estás encima de mí!”
        dijo con enfado una voz. La lata estaba desconcertada. Alguien le estaba
        hablando. Se apartó un poco y miró atrás. Se quedó allí. El más
        hermoso brick de leche estaba frente a ella. Tenía pequeñas mellas y
        su piel ya no era blanca. La vaca de su estómago tenía salpicaduras de
        barro, pero, aun así, era el más estupendo brick de leche que había
        visto. En el pelo tenía un pequeño arco rojo. Se enamoró al instante,
        al igual que el brick de leche. Se acercaron el uno al otro y cuando se
        estaban besando oyeron un disparo. Se pusieron de pie y se pusieron al
        borde del contenedor. Allí, vieron una berlina negra alejándose...                                      
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